que tenemos que impulsarnos para llegar ahí. La cosa está en que cuando el cohete, satélite o medusa que hayamos lanzado hacia arriba con esa propulsión llegue a la altura que hayamos previsto comenzará a caer de nuevo hacia la Tierra, puesto que el alcance la la interacción gravitatoria es infinito, así que si no queremos que no se caiga el bicho que hayamos lanzado deberemos ponerlo a orbitar con una velocidad perpendicular a la velocidad de subida. Así es como se establecen las órbitas de los satélites.
Ahora bien, si lo que queremos es escapar de la gravedad terrestre no nos queda más remedio que la altura que queramos alcanzar sea el infinito. En la práctica es imposible no estar sometido a la gravedad de la Tierra o de cualquier otro cuerpo, incluso de una moneda, pero si en la formulita matemática que mencionamos antes ponemos que queremos alcanzar el infinito, la formulita se transforma en esta:
Donde G es la Constante de Gravitación Universal (6,67*10^-11), M la masa del planeta de donde queramos escapar y r el radio del planeta.
Esta fórmula da un valor fijo para cada planeta, a esta velocidad se la llama la velocidad de escape, y es la velocidad que hay que alcanzar para escapar de la interacción gravitatoria de un planeta. De manera que si donde pone M escribimos 6*10^24 y donde pone r 6,37*10^6 nos dará que para salir de aquí tenemos que pegar un salto que nos ponga a nada más y nada menos que 11,2 kilómetros por segundo. La energía que gastarías tú en pegar este pedazo de salto sería la misma que consume una bombilla de 50 vatios en 3 años, osea que salvo que tengas un tren inferior preocupantemente potente, te vas a quedar aquí.
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